A lo largo de su carrera como creador, el pintor Juan Carlos Herrera ha mostrado una firme afinidad por el dibujo. Este interés lo ha manifestado tanto en su obra personal como en su labor como docente. Su muestra “Dibujos y pinturas”, en la galería Francisco Amighetti, está compuesta, en su mayoría, por retratos de personas allegadas y clientes, desarrollados en medios gráficos secos.
Se inserta así en una rica tradición del retrato al dibujo que se origina en la época del siglo XVI, con artistas como Jean y François Clouet, Hendrick Goltzius y Hans Holbein el Joven. En las cortes europeas de aquellas fechas este tipo de obras gráficas jugaban importantes papeles políticos y diplomáticos, así como lúdicos. Por ejemplo, los nobles franceses curaban colecciones de retratos al dibujo de los miembros de las élites sociales y pasaban el tiempo de ocio jugando a adivinar, por turnos, la identidad de los personajes representados.
El formato modesto y la ejecución relativamente rápida de este tipo de obras eran factores que favorecían la captura de las dimensiones psicológicas de los modelos. Dibujantes, como el italiano Ottavio Leoni, fueron muy admirados por sus retratos alla macchia; es decir, directamente del natural y en una sola sesión, para capturar en forma prístina el temperamento del sujeto. Los carboncillos de Herrera parecen compartir esta pretensión de, a través de una rápida ejecución, hacer evidente, en el gesto y el lenguaje corporal, el carácter particular de modelos tan variados en edad.
La técnica de estos dibujos de Herrera, rica en pentimenti y de trazo muy enérgico, recuerda el trabajo de artistas del rococó, como Hubert Robert, pero en especial los retratos al carboncillo realizados por John Singer Sargent, cuya intención era crear obras que transpiraran espontaneidad, elegancia y que tuvieran la misma fuerza expresiva que un óleo. El continuo diálogo entre tono y línea hacen que las formas de sus figuras se materialicen y desvanezcan libremente, manifestando esa “incompletitud” que admiramos en los trabajos gráficos y que solemos “resentir” en los pictóricos.
Las pinturas incluidas en esta muestra presentan como leitmotiv iconográfico a las flores. Estas dotan al artista de una oportunidad para explorar el mundo de las armonías cromáticas, ausente en sus retratos al dibujo. Los motivos florales han sido, tradicionalmente, asociados en occidente, en la práctica artística, con la naturaleza muerta que no es más que el “retrato” de objetos inanimados. Los efectos visuales del color sobre las superficies reflejantes, translúcidas y las asociaciones con la tradición académica hablan, en estos cuadros, de los intereses docentes de Herrera.
Por otro lado, la variedad de formas, colores y tamaños en sus flores plantea un paralelismo con los retratos al dibujo, al permitirnos ver en ellas la misma variedad de personalidades y temperamentos que hay en sus modelos. Estos motivos vegetales se manifiestan, también, en los fondos de sus retratos pictóricos estableciendo interacciones cromáticas y simbólicas muy personales. Es difícil no ver en estas obras, referencias a las tradiciones de pintura china y japonesa, en las que los motivos florales se retratan contra fondos neutros y son objeto de importante reflexión meditativa. Dichos paralelismos son coherentes con su formación en la Escuela de Artes Plásticas, marcada por un genuino interés hacia la historia del arte de Asia.
Rubén Óscar Jerez Brenes
Profesor de la Cátedra de Historia del Arte